jueves, 6 de octubre de 2011

CÓMO CONTROLAR LOS IMPULSOS DE LOS NIÑOS


Enseñar a nuestros hijos a controlar sus impulsos debe ser una de las metas en la educación familiar; es algo así como la acción de "amaestrar" a la zorra de que hablaba Saint Exupery en su genial y siempre actualizado libro El Principito. Un niño impulsivo es aquel que actúa sin pensar y sin medir las consecuencias de sus actos o palabras.

Hablo de este tema a propósito de un reciente artículo publicado en la revista Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine, en el que se asegura que al parecer los niños que controlan mal sus impulsos tienen más posibilidades de sufrir sobrepeso años después. Claro está que los kilitos de más son apenas una de las consecuencias de obrar a lo loco, lista que podríamos matizar con nuestros propios errores -o los de nuestros amigos y familiares más cercanos- por exigir y presentar rapidez en todo, en nuestra forma de hablar y de actuar.


Pero, ¿cómo enseñar a nuestros hijos a controlar sus impulsos?
La respuesta a esta pregunta se complica pues clasifica entre aquellas en las que la propia experiencia resulta insustituible; pero quizás podríamos empezar por tomar en cuenta el temperamento de cada pequeño y tener la certeza de que no podremos pedirle "peras al olmo".

Una de las pruebas para "diagnosticar" el nivel de control de un pequeño menor de cinco años empleada por una prestigiosa institución de psiquiatría infantil, fue sentarlo en una habitación en la que previamente habían colocado un atractivo juguete. Antes de dejarlo solo, explicaron al niño que debía permanecer sentado. Los de mayor autocontrol fueron los que consiguieron llegar a los 75 segundos sin levantarse en busca del juguete.

Para los de cinco años, o más, el examen consistía en ver qué tiempo tardaban los pequeños en reclamar una porción de su comida favorita, sabiendo de antemano que si la pedían de manera inmediata obtendrían solo un poco, mientras que si esperaban, la ración sería mucho mayor. Los que superaron los tres minutos y medio de espera fueron considerados como de un alto nivel de autocontrol. Aunque es normal que los niños pequeños actúen por impulsos, los padres deben corregir este comportamiento para evitar que sigan viviendo la impulsividad en el futuro. Estaría bien que empleasen ejercicios similares a los pequeños explicándoles siempre qué ganan y qué pierden con cada una de las decisiones que tomen. Será altamente gratificante descubrir que, poco a poco, pensarán más antes de de actuar o hablar.

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